Mundo

Nosotros los creyentes, la iglesia de Jesucristo, no ha recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido; es un hecho, una verdad inamovible que la iglesia no tiene el espíritu del mundo, así como el mundo no tiene el Espíritu de Dios, porque si el mundo tuviera el Espíritu de Dios no seguiría sus malos deseos, ni negarían a Jesús.

La iglesia no es amiga del mundo, la iglesia no es servil al mundo, la iglesia no busca satisfacer los deseos carnales que batallan contra el alma y prevalecen en el mundo; ni el mundo busca satisfacer los buenos deseos de Dios, ni reconocer a Jesucristo como Hijo de Dios y mucho menos usar su existencia como un sacrificio vivo en un acto continúo de adoración; realmente los deseos y los espíritus del mundo buscan satisfacer los deseos de un hombre sin Dios, servil al pecado. 

Entre la iglesia y el mundo como que existen dos corrientes, dos estereotipos de vida con ideas o creencias opuestas, los dos se oponen uno al otro, mientras que la iglesia busca vivir bajo la influencia viva y directa de Dios Espíritu Santo con el propósito de vivir bajo la voluntad de Dios y alcanzar su plan eterno; el espíritu reinante en el mundo busca satisfacer los deseos de la carne, por lo cual las obras de la carne populan cada día más, están a flor de piel, están presentes en todos los ámbitos de la vida de una forma u otra.


No hay que buscar mucho para encontrarnos con la inmoralidad sexual, las impurezas, las corrupciones, la mentira, el libertinaje, la idolatría, la hechicería, el odio, la discordia, los celos, la ira, el homicidio, el suicidio, la violencia, la injusticia, las rivalidades, los desacuerdos, los sectarismos, la envidia, las borracheras, las orgías, la avaricia, el desprecio, etc., etc.


La iglesia como cuerpo de Cristo es sin lugar a dudas la manifestación de la luz del evangelio a este mundo en tinieblas; embajadora del reino de Dios, columna y baluarte de la verdad, comunicadora de las buenas nuevas de salvación.


El creyente, tiene que marcar una distinción, una diferencia un contrastaste ante los valores y los deseos del mundo, nadie puede invalidar, desautorizar, derogar la autoridad de la predicación o la enseñanza de la palabra, porque es un mandato claro en las escrituras que nos dice: id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.


Sin embargo, debemos de pensar muy seriamente si estamos reflejando con nuestras vidas lo que decimos con las palabras, sin lugar a dudas, existe una clara tensión, una resistencia, una diferencia entre una vida con Dios y una vida sin Dios, hay que predicar en tiempo y fuera de tiempo, pero, hay que esforzarse cada día por vivir lo que se predica.


Una vez cruzada la última frontera de este mundo, la muerte, lo que tendrá mayor valor es como hemos vivido en este mundo, el Señor mismo juzgará a su pueblo, muchos querrán zafar de ese momento echando mano a las obras, tratando de justificarse; aunque esto pueda causarnos cierto dolor, cierto sufrimiento, cierta tristeza, la realidad es: no todo el que le dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad del Padre que está en los cielos.


Es una realidad de vida que en ocasiones ponemos un énfasis, un esmero, un cuidado especial en las acciones, en las obras, que, por supuesto llegan a reflejar nuestro compromiso, nuestra pasión, nuestra responsabilidad con el reino, pero, no seremos salvos por obras, sino por la gracia de Dios sobre nuestras vidas y la fe en Jesucristo el Hijo de Dios.


La vida cristiana se debe de vivir conforme a principios y valores claramente establecidos en la biblia, la autenticidad, la sinceridad en el camino de la fe y las de las acciones del reino van más allá de palabras y de declaraciones frívolas, vanas, superficiales que demuestran una fe exteriorizada, una fe de labios, porque el corazón está lejos de Dios.


La dicotomía, la división, la diferencia mayor entre Jesús y los fariseos era que no vivían de acuerdo a lo que enseñaban; hay una diferencia crucial entre la autenticidad de una vida integra a la luz de las escrituras y la mera proclamación o enseñanzas de Jesús; tiene que existir una coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.

El evangelio condena la hipocresía en cualquiera de sus manifestaciones, incitar a vivir de una forma y vivir de otra, es hipocresía, Jesús decía lo siguiente: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que, por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, más por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.

Vivir en un mundo en tinieblas servil a las potestades oscuras y al pecado, hace de alguna manera que estemos en un territorio hostil, discrepante, opuesto a la fe que profesamos y la única manera de caminar en victoria es en Cristo que venció este mundo, a las tinieblas y al pecado; estar llenos, revestidos de Cristo, ser llenos del Espíritu de Dios es una necesidad prioritaria para que la influencia, la autoridad, el predominio de Dios sea como un faro que nos guía en medio de los desafíos de una vida con propósitos divinos.

La iglesia debe caminar en santidad y amor; con ideas y propósitos bien definidos, fundamentados en la palabra, haciendo la voluntad de Dios; aunque esto en ocasiones pueda causarle ciertos disgustos, o algo mucho más que eso con los hombres, con las autoridades de este mundo, pero, hay una realidad de vida desde siempre nos testifica que la iglesia va contra la corriente, contra los deseos carnales y pecaminosos que proliferan en un mundo sin Dios.


El pueblo de Dios, aunque vive en este mundo, no pertenece a este mundo, es prioridad obedecer a Dios antes que a los hombres; no tenga usted la menor duda que mayor es el que está sobre los santos, que el que está en el mundo, Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.


Vivimos en un mundo cada vez más encaminado a una globalización seudocristiana, seudoreligiosa, seudoteológica, en el mundo hay una predisposición, una inclinación, una atracción, una vocación natural de los hombres a oír a los hombres, hombres que enseñan como doctrina mandamientos de hombres, porque ellos buscan y hablan cosas de hombres, por lo tanto cierran sus oídos a las verdades, a los principios, a los valores de Dios, le dan las espaldas a Dios, el espíritu del mundo, servil al pecado, servil a satanás y la sabiduría humana los seduce, los tiene bajo su control, amarrados imposibilitando percibir, discernir las cosas de Dios.


Jesús dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. Por lo tanto, la doctrina bíblica le pertenece a Dios, está bien clara, y ningún hombre tiene derecho a manipular conforme a sus deseos las enseñanzas bíblicas; si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, por eso, el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, arremeten contra la doctrina y voluntad de Dios.


Cuando empleamos la palabra seudo, palabra esta de origen griego que nos advierte que estamos ante algo que parece ser y lo no es, en otras palabras, estamos ante algo que es falso, cuando alguien cambia la doctrina de Dios nos encontramos indefectiblemente, ineludiblemente incuestionablemente ante un falso cristianismo, una falsa religión, una falsa teología, nos encontramos ante falsos apóstoles, falsos profetas, falsos maestros, falsos hermanos que introducen encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado.

No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo son; los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, estas cosas no provienen del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.


Abundantes bendiciones en Cristo para tu vida y tu familia, en todo lo que puedas y dependa de ti "apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela." (Salmo 34:14) Atte. Myrp