Metamorfosis del pensamiento

Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; más cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.

                                                                        1 corintios 13:11

La metamorfosis es la transformación que experimentan determinados animales en su desarrollo biológico y que afecta no solo su forma sino también a sus funciones y modo de vida; la más conocida de todas las trasformaciones es el de la oruga a mariposa, ese proceso llevado a cabo dentro de una crisálida o capullo construido por la oruga misma es donde sucede lo que llamamos metamorfosis.

Al hablar de metamorfosis, de cambio, de mutación en la manera de pensar, no hablamos de una enajenación, de una suspensión, de un arrobamiento, de una abstracción de la personalidad o del carácter como quien practica una lobotomía*, o el mencionado lavado de cerebro*, o despierta una adicción* con pérdida de personalidad, nociones, impresiones, conceptos estos empleados erróneamente, inexactamente, algunos, pocos, o muchos, piensan que esto es lo que hace en las iglesias para ganar y tener adeptos, partidarios, seguidores, miembros de la fe cristiana, la iglesia siempre respetará , honrará, ennoblecerá el derecho a la libertad porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad1.

Al hablar de metamorfosis de pensamiento simplemente se está tratando de explicar o señalar que el hombre o la mujer al reconciliarse con Dios tendrán un cambio radical, esencial, sustancial, trascendente en la manera de pensar que va a encaminar o va a dar a luz a un nuevo hombre, una nueva mujer, que manifestarán, que revelarán, expresaran una nueva manera de vivir, esa exteriorización de los cambios y transformaciones serán el resultado, la consecuencia real a la acción directa que tiene el pensamiento sobre la propia vida de todo hombre, de toda mujer.


La iglesia de Jesucristo nunca invadirá, asaltará, o impedirá la libertad de pensamiento, o perturbará la personalidad de cada creyente, ni querrá pasar sobre las características o derechos intrínsecos, inherentes, esenciales o innatos dados por Dios desde un principio mismo de la creación, ya que en el principio creo Dios tanto al hombre como a la mujer a su imagen, conforme a su semejanza; con capacidades innatas como, el poder razonar, un libre pensamiento, poder actuar libremente conforme a su pensamiento, actuar bajo una voluntad propia, atributos que se aplican o desarrollan conforme a su conciencia, conforme su conocimiento, y así de discernir lo que está bien y lo que está mal.

Dios desde un principio a creado y establecido al hombre y a la mujer en este mundo con características y atributos únicos por haber sido creado a su imagen, conforme a su semejanza2; por lo tanto, las inherencias, esenciales, innatas, otorgadas por Dios mismo al hombre y a la mujer deben de ser respetadas, revalidadas, rectificadas, aseguradas siempre más allá de la pasión, del deseo, de toda bienaventurada esperanza de la conversión al cristianismo de todo hombre, de toda mujer.

El mandato a la iglesia es: id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. La iglesia del Señor Jesús, no ha recibido ningún mandato de violar, de arrasar, de arrancar ningún atributo, característica, o particularidad en el hombre o en la mujer que Dios ha otorgado, es más creemos de corazón que el pleno uso de esos atributos, de esas facultades innata hará que el hombre alcance su plenitud como tal.

La iglesia, el creyente desea de corazón, llevar adelante la gran comisión de ir a toda nación y llegar a toda criatura haciendo verdaderos esfuerzos por la proclamación universal de las buenas nuevas de salvación, tratando de alcanzar la mayor cantidad de personas hasta el final de los tiempos; pero, nunca invalidando, aboliendo o violando todo lo que es sustancial, fundamental, esencial, valioso como ser, como individuo, como persona, como ser humano.

Las características, los atributos, las capacidades inherentes, innatas, esenciales, deben ser garantizadas, resguardadas, protegidas, en todo tiempo, en todo momento porque esas características o  virtudes innatas como lo son por ejemplo: el derecho a la vida, a la libertad, a la expresión libre, a la toma de sus propias decisiones, a amar y ser amado, a la familia., entre otras más, son atributos otorgados por Dios a todo hombre, a toda mujer y si Dios entregó eso quien es el ser humano, o cualquier organización sea cual sea para ignorarlos.

Lo que se ve, se oye, se palpa a diario es que los atributos concedidos por Dios al hombre desde siempre, en algunas, pocas, o muchas ocasiones, el uso, la manifestación, la expresión de esas capacidades llevan al hombre y a la mujer contra del buen deseo de Dios; Dios no le dio, le entregó, lo facultó con los diferentes atributos para pecar, desobedecer o ir contra sus designios divinos.

Las características fueron concedidas para que el hombre pudiera alcanzar su plenitud como tal, sin embargo, día a día el hombre toma sus decisiones en base a esos atributos innatos y erra, falla, malogra el propósito de Dios como pasó en el propio huerto de Edén, en una era, en un tiempo totalmente inocente, donde el mal no existía, el hombre y la mujer haciendo uso de sus facultades innatas, atributos otorgados por Dios, fueron contra la voluntad de Dios, desobedeciendo, vulnerando, ignorando la advertencia declarada por Dios, pecando contra lo establecido por Dios, desatando una serie de maldiciones sobre la creación*.

Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.

                                                                           Génesis 2:15-17

La advertencia de Dios es clara, concreta, especifica y determinante; él cómo ser soberano y todopoderoso que es, quizás podía haber hecho algo diferente si hubiera querido, podía haber establecido otro orden de disciplina, por ejemplo; esto lo pienso desde lo humano, bien podía haber puesto un par de ángeles al cuidado del árbol prohibido, y si el hombre se acercaba al árbol estos ángeles podrían impedir que tomarán el fruto del mismo, sin embargo, no fue así.


Dios les mandato, les comunicó con su palabra, soltó su palabra, y a través de ella su voluntad, su deseo y lo dejo sujeto a la voluntad del hombre, pero, una vez que el hombre cayó, lo echó, lo expulsó, los desalojó fuera del huerto de Edén y puso querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino al Edén, al árbol de la vida, pero, ya la muerte había entrado a la creación y el estado de inocencia quedaría en la historia, quedaría como la leyenda real, sin ninguna clase de fantasía o ficción que existió un tiempo donde el mal estaba ausente de esta creación y Dios caminaba en medio de ella.

Esos querubines y la espada encendida que se revolvía lo que hacían era guardar la entrada al huerto Edén, el propósito era impedir que el hombre se acercara al árbol de la vida para comer de su fruto y viviera así por siempre pecador; lo que hace la iglesia de Jesucristo es predicar la palabra de Dios a todas las naciones y a todos los hombres y mujeres de este mundo, como ha sido mandatado por Jesús.

La decisión de creer o no creer al mensaje de salvación es resolución de cada uno, la iglesia no enajena, no hace un arrobamiento, ni una abstracción de la personalidad, o del carácter, muchos menos practica una lobotomía o un lavado de celebro, o crea una adicción que substrae, que despoja que quita la personalidad, esas son creencias salidas, brotadas, pretendidas del propio infierno o de simples corazones que apelan a sus artimañas calumniadoras, mentirosas, hipócritas, desleales, en contra de la verdadera fe cristiana.

Es interesante ver que Dios ha mandatado o advertido través de los tiempos con sus palabras, siempre ha hablado en términos de bendición y de maldición, de vida o de muerte, Dios no es un ser indolente*, no es apático, ni negligente, ni indiferente, para con el hombre o la mujer, Dios ama a su creación y se preocupa por ella, no se goza en el castigo, ni desea que el hombre y la mujer muera sin él.

Dios quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad3, vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?4 es indiscutible Dios no nos creó, para morir, no había problema si el hombre comía del árbol de vida,  nunca se lo prohibió, la prohibición vino a partir de la desobediencia del hombre al comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, Dios anunció, comunicó, vaticinó, notificó a través de su palabra que el día que comiera el fruto del árbol prohibido moriría, y así sucedió.


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Dios no busca la enajenación del hombre, el busca la conversión*, la transformación, la aplicación de los valores, principios y fundamentos divinos en la vida cotidiana, quizás hoy, llegar a ese estado de inocencia inicial, de pureza, de decencia, de integridad que existía en el huerto de Edén a través del esfuerzo, los buenos deseos del ser humano es absurdo, ilógico, inadmisible; llegar a ese estado de inocencia es prácticamente imposible porque el mal abunda por doquier, por dónde quiera que mire en este mundo, porque todo está bajo la ley del pecado.

La corrupción, el mal, la mancha del pecado está en todos los hombres; no hay justo, ni aún uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios; todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno5; el pecado mora, habita, reside, vive, en el corazón, en la carne de todo hombre, de toda mujer, lo cual lo hace esclavo del pecado; todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado6. al ser el pecado el amo es imposible resistirlo, mucho menos vencerlo con fuerzas naturales, humanas, el pecado siempre por algún lado, por algún punto de la vida humana aparecerá, se hará sentir, se hará notar.

Como que es imposible al hombre natural decir no he pecado, no tengo pecado, no cometeré pecado, cuando el pecado está reinando en el corazón del hombre y de la mujer; emanciparse, ser libres, independizarse del mismo, es imposible desde lo humano; solo puede lograrse por medio de la fe en Jesucristo el Hijo de Dios quien murió sobre una cruz, resucitando al tercer día como está escrito con el fin, con el propósito divino de que el hombre sea justificados por medio de la fe, hoy sabemos que la sangre de Jesucristo el Hijo de Dios nos limpia de todo pecado.

Cuando el hombre o la mujer confiesa su pecado, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de nuestra maldad7, Dios nos habla de diferentes formas para que no pequemos, para que no infrinjamos, violemos, transgredamos sus principios, sus fundamentos, sus valores establecidos  

establecidos en las escrituras para con el hombre y la mujer, sin embargo, sabiendo de nuestra naturaleza humana, él nos dice: hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Él es la propiciación, el sacrificio, la expiación, el pago por nuestros pecados y los de todo el mundo8

A pesar del inmenso, extraordinario, descomunal e incomprensible amor de Dios hacia el hombre caído, herido, agonizante a causa del pecado, una vez que el hombre es libre del flagelo, del azote, de las heridas, del pago por el pecado por gracia divina, ya que por gracia el hombre es salvo, libre, perdonado del pecado por medio de la fe en Jesucristo; recordar, vivir, perpetuar el amor de Dios en el corazón, como el más preciado tesoro de lo que Dios es: Santo, santo, santo, por la eternidad.

También las escrituras nos declara que Dios es amor, y a través de ese amor resolvió el dilema de su santidad y de la reconciliación para con el hombre a través del sacrificio de Jesús en la cruz, él rescata al pecador del lodo cenagoso del mal, lo limpia con la sangre preciosa de Jesucristo y lo coloca sobre la roca firme, inamovible que es Cristo.

Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo: el propósito divino es que a partir de Cristo es la edificación edifiquemos nuestras vidas alejados del pecado, alejados de los deseos de nuestra carne, porque esas cosas, esos apetitos naturales, pecaminosos nos llevarán en contra de los buenos deseos de Dios, vivir en contra los buenos deseos de Dios significa morir, significa alejarse de las buenas intenciones de Dios; cuando se está en Cristo ya no se puede vivir más conforme a los deseos de la carne, satisfaciendo al pecado, dando rienda suelta a los apetitos, inclinaciones o gustos de la carne, porque todo aquel que vive conforme a la carne, morirá; pero todo aquel que hace morir los deseos de carne por el espíritu, vivirá9; por lo tanto: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne10.

Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos. Y te pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce, y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte, dice Jehová. Y te libraré de la mano de los malos, y te redimiré de la mano de los fuertes.

                                                                                          Jeremías 15: 19-21

Las religiones que pasan, que traspasan, que violan los límites establecidos por Dios, extrayendo, extirpando, anulando, al hombre de sus facultades innatas, de la sociedad en que vive, de la interrelación, de la interconexión, del nexo creado a partir del amor, la fe y esperanza con el fin de alcanzar al perdido, está siendo un instrumento, una herramienta de las propias tinieblas sirviendo a los intereses y maquinaciones de satanás.

Hay una realidad irrefutable, incuestionable, irrebatible, categórica, que proviene de la luz de las escrituras que nos declaran que estamos en un mundo que no es nuestro mundo, estamos en este mundo, pero no pertenecemos a él; la oración de Jesús al decir; no ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal; ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo; santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad; como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo11; hemos sido enviados a este mundo como ovejas en medio de lobos; llamados a ser prudentes como serpientes, y sencillos como palomas12.

Cuando hay una restauración de parte de Dios sobre el hombre y la mujer es precisamente para honrarlo a él, para ser testigos fieles de lo que Dios hace, no podemos conformarnos a este siglo, sino que debemos ser transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento, para comprobar cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta; cuando el hombre, la mujer es separado del primer núcleo social y eclesiástico que es la familia, siendo los integrantes de esa familia los más cercanos prójimos que conocemos y por mandato de Dios debemos amarlos como mínimo como a nosotros mismos, como está escrito: amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Llegar a lo máximo del amor es la meta, manifestar el amor de Dios es la diferencia, amor que ha sido derramado sobre el corazón del hombre y la mujer, debemos llegar amar al otro como Cristo nos amó; el primer círculo para recibir el amor es la familia; el hombre en el matrimonio como cabeza y sacerdote, la mujer en los hogares monoparentales desempeñando también el sacerdocio del hogar sobre los hijos, deben estos ministerios primarios de la iglesia ser cuidados, fortalecidos, sostenidos y ejemplarizantes en el buen sentido de la palabra en la comunidad cristiana, siendo buen testimonio para los fieles e infieles.



bendiciones abundantes en Cristo para tu vida y toda la familia. Atte. Myrp