Hablemos

Hablemos claro
Sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
Mateo 5:37
Introducción
En el tiempo que llevo en el cristianismo he visto, he constatado, he verificado, he contemplado de diferentes formas y maneras que el hombre tiene una inclinación intrínseca, interior, personal, íntima, a creer lo que quiere creer, ver lo que quiere ver, oír lo que quiere oír, callar lo que quiere callar, hablar lo que quiere hablar, en muchas ocasiones, el amor, la pasión, el entusiasmo, la fogosidad, los sentimientos, las emociones del momento hacen que las manifestaciones anteriormente mencionadas creer, ver, oír, callar o hablar sufran una inflexión, una modulación, un desvío, una desafección del campo de la realidad, de las condiciones, del contexto, del escenario en que se originaron, sean estos acuerdos, propósitos, planes, sociedades, etc., etc.
En el principio, en el comienzo, en la iniciación, en la fundación, en el origen de los acuerdos, propósitos, planes, sociedades, etc., etc.; se dieron por entendidas o sobreentendidas de cómo serían o funcionarían las cosas; pero llegado cierto momento, cierta situación, principalmente ante las dificultades, las adversidades, los problemas comienzan a surgir ciertas manifestaciones de disconformismo, de desavenencias, de disensiones, de descontentos, sobre cosas que aparentaban estar lo suficientemente claras para todos, sin embargo, para algunos no estaban tan claras.
No hay dudas todas las cosas deben de ser y deben de estar expuestas, presentadas, mostradas, exhibidas, exteriorizadas lo más claro posible desde el principio mismo de la cosa, en ocasiones pensamos que hay cosas que son obvias, claras, evidentes, manifiestas, de tal modo que damos ciertos asuntos por sobreentendidas e indiscutibles, y no lo hablamos, pero, llegado el momento resulta que las cosas no son como se esperaban, lo que parecía o se daba por sentado, fehaciente, innegable, obvio; no lo es así, las cosas estaban mal entendidas, mal comprendidas y en periodos de crisis, dificultades, adversidades, problemas comienzan las diferencias, los recelos, las incomprensiones; en el peor de los escenarios también está la pretensión de querer arrimar leña para su propio asado, manipular la información de forma premeditada, planeada o proyectarla de tal modo que le auto favorezca o favorezca a alguien, que le interesa, o simplemente porque le es simpático.
Esta es una dura realidad, más común, más usual de lo que pensamos, aparece en las relaciones interpersonales, ya sean comerciales, familiares, sociales, políticas, religiosas, etc., etc.; sería un autoengaño o hacernos trampas a nosotros mismos pensar que en el pueblo del Señor o en la iglesia no suceden tales cosas, pero, basta con mirar sinceramente para darnos cuenta de las obras de los hombres; obras de hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos; obras de hombres desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural; obras de hombres implacables, calumniadores, intemperantes, crueles; obras hombres aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados; obras de hombres amadores de los deleites más que de Dios, hombres que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita. Hombres que están siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad.
Estos son hombres que parecen olvidar todo lo fundamental, esencial, trascendental, sustancial que hace al pueblo y a la iglesia nucleada bajo el nombre de Cristo y su Señorío, hombres que lo por general se conciben, crecen y se desarrollan ya sea en pequeñas o grandes congregaciones donde sus pastores a su vez llenos de buenos deseos y esperanzas le han brindado lo mejor de sí, el apóstol Juan, en el primer siglo de vida escribía inspirado por el Espíritu Santo lo siguiente: Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo. Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros, … ninguna mentira procede de la verdad.
Las consecuencias de esta realidad, de este escenario, manipulador, maniqueísta, tornándose por momentos querellantes, quejumbrosos, lastimeros, acarreando o llevando en sí cierta violencia implícita, porque todos quieren tener la razón; sinceramente, quiera Dios librarnos de tal cosa; que no seamos arrastrados por estas corrientes carnales o infernales, porque tarde o temprano hay que responder ante un Dios justo, que todo lo ve, que todo lo oye, que todo lo sabe; como creyentes en Dios que somos y anhelamos, procuramos, pretendemos, queremos con el mayor de los esfuerzos caminar bajo el señorío de Cristo, en honestidad, pureza, integridad, lealtad, para que nuestro Dios sea glorificado en Cristo y podamos vivir en unidad, como lo demandan las escrituras siendo uno solo entre nosotros, así como Jesús es uno con el Padre, hay que dejar algunas cosas en claro, el fin es evitar estos malos escenarios, malos momentos o episodios que terminarán por lastimar, herir, vulnerar, o apartar a alguien; es responsabilidad de todos, crear lazos espirituales de familiaridad, amistad, compañerismo, cordialidad, confianza, y libertad, para que una atmósfera de unidad, espiritual, con los cielos abiertos, donde la presencia de Dios lo llene todo, sea posible y real; la unidad depende en gran parte de nosotros porque nuestro Padre nos ha provisto todo para que esta sea una realidad en su iglesia.

Él es la Roca, cuya obra es perfecta, Porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; Es justo y recto.
Deuteronomio 32:4
Dios no construye marañas, satanás sí; comenzamos diciendo lo más sencillo posible que nuestro Dios y Padre, no es un Dios de confusión y no se presta para ningún desconcierto, ni ningún engaño, Dios es un Dios de orden y le encanta la luz en todo lo que hace, porque él es luz; no existe en él ningún tipo de artificio o picardía, ni ninguna tiniebla en lo que él concibe, por lo cual, se nos hace de vital importancia entender algunas cosas para caminar unidos, como lo mandata las escrituras, no podremos caminar juntos en pos de alcanzar la meta, el plan, el propósito de Dios, si no se está de acuerdo, lamentablemente no avanzará, una casa dividida no podrá permanecer, caerá; así que despojémonos desde el principio mismo de cosas que pueden generar malos entendidos, librarnos de posibles males mañosos, perversos, viciosos que abundan principalmente en nuestra naturaleza humana, en nuestra condición de hombres y mujeres, no en vano dicen las escrituras: engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?
La construcción de marañas, enredos, que acarrean caos, desorden, desconciertos, desbarajustes, desmanes, heridas, divisiones, segmentaciones en la familia de Dios, en el pueblo de Dios, en las congregaciones, téngalo usted por seguro, lo vea o no lo vea, le guste o no le guste; lo crea o no lo crea; tienen sus raíces, sus arraigos, sus avales en:
A) nuestra propia naturaleza humana.
B) la amistad con el mundo.
C) el archí enemigo de Dios y sus cosas; satanás.
Ninguna pena, condena, castigo o maldición hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan, caminan, piensan, convenientemente en la carne, sino conforme al Espíritu; así está escrito y sabemos que la verdad está ahí, en las escrituras, en lo que Dios ha inspirado a santos hombres con el fin de que tuviéramos una revelación auténtica, fehaciente, incuestionable y eterna de su plan para que los habitantes del reino estén plenamente preparados para realizar la obra de Dios; Dios no miente y no es hijo de hombre para que se arrepienta; su palabra permanece para siempre.
Lamentablemente los carnales piensan, cavilan, meditan, especulan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu, no hay a dudas, en el hombre coexisten, conviven, residen dos grandes corrientes que determinarán, establecerán, estipularán, la clase de creyente que se es, por un lado nuestra carne y sus deseos que van contra los deseos del Espíritu, y el del Espíritu va en contra los deseos de la carne; y éstos, carne y Espíritu se enfrentan, se contraponen, se desafían entre sí porque buscan cosas distintas, diferentes, totalmente desemejantes, la carne busca las cosas terrenas, mundanales, pasajeras, corruptas, pecaminosas; mientras que el Espíritu busca las cosas del Espíritu, busca las cosas de Dios, eternas, que permanecen para siempre; amados tengamos en claro lo siguiente: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.
La carne es un enemigo íntimo, inseparable, intrínseco, personal si se quiere, va con nosotros a todos lados, menos a la eternidad, ella trae consigo una ley, la ley del mal que está activa en nuestros cuerpos, rebelándose en todo lo que pueda contra el Espíritu, para llevarnos cautivos a la ley del pecado, buscando siempre que le agrademos, la satisfagamos, la deleitemos, y cuando caemos en sus manos, en sus garras, en su señorío, nos hace sentir ineptos, incompetentes, miserables, inmerecedores de la gracia divina manifestada a través de Jesucristo, para alejarnos, separarnos de Dios y de sus promesas; Dios nos advierte que están los frutos de la carne , que esclavizan al hombre bajo el pecado y por lo tanto lo condena irremediablemente a la muerte eterna, y están los frutos del Espíritu que nos conducen a una plenitud de vida en Cristo alcanzando así la vida eterna, por sus frutos os conocerán.
Manifiestas son las obras, los hechos, las acciones, los frutos de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,idolatría, hechicerías, enemistades, plei tos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; no tenga usted la menor de las dudas, estas cosas del corazón del hombre salen; haciéndonos ver a un hombre contaminado, corrompido, caído, las escrituras nos afirman que conforme es el corazón del hombre así es él; por el cual, del corazón malo emergen, surgen, salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias, que emponzoñan, infectan, contaminan, intoxican al hombre con el mal, con el pecado, cosas estas que no nos hacen ningún bien y sobre las cuales somos amonestados, reprendidos, corregidos, advertidos, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
Nadie puede negar el hecho indiscutible de que somos deudores; deudores no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivimos conforme a los deseos de la carne, moriremos; más si por el Espíritu hacemos morir las obras, los frutos, los hechos de la carne, viviremos. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios y buscan las cosas del Espíritu; por supuesto que en nuestro camino aparecerán, tentaciones, estímulos, excitaciones, incentivos, instigaciones, impulsos, que no son buenas ni malas, hasta saber de lo que se trata; pero, aunque todo puede ser lícito, legal, permitido, pero debemos de comprender que no todo conviene; todo puede ser lícito, permisible, admitido, pero, la realidad es que no todo edifica; todas las cosas pueden ser lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna; nosotros como iglesia, como pueblo de Dios, como familia celestial tenemos un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, continuemos la carrera, el llamamiento, el ministerio, la obra que tenemos por delante, porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. Santiago 1:12-15
Abundantes bendiciones en Cristo para tu vida y tu familia, en todo lo que puedas y dependa de ti "apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela." (Salmo 34:14)
Atte. Myrp